Un confuso día, viniendo precedido por unos más confusos meses, decidí despertar de mi cama de un modo diferente. Salté, desayuné y me vestí lo más rápido que pude para marcharme. Había decidido en aquel mismo momento que tenía que irme y sabía perfectamente el lugar. Así que cogí mi mochila, unas cuantas galletas y frutos secos para comer y mi cámara para estar de nuevo conmigo mismo.
Y sabiendo que la probabilidad de lluvia era alta, sabiendo que estando solo podría volver a enfadarme y asustarme conmigo mismo una vez más; decidí caminar. Mirando frente a frente al horizonte y repitiéndole mi intención de atravesarlo. Corrí y escuché el viento, que golpeaba a los árboles y las rocas. Me mojé cuando la tormenta apareció, me tropecé y resbalé por los arenales. Hablé conmigo mismo, después de tanto tiempo sin hacerlo.
Y estaba allí, esperándome con paciencia. Aprendí una vez más todo lo que en este tiempo había olvidado.